La magia de recorrer un sendero en la Patagonia (El Chaltén, Argentina) #RelatoDeViaje
Cuando me pregunto cual es el poder que seduce a ciudadanos de todo el mundo que me comentan, sueñan con conocer Patagonia y algunos de sus paisajes, podría encontrar parte de la respuesta en muchas o cada una de las fotos que siguen. Pero algo tengo claro ante todo: no son las fotos, no es el fotógrafo (en éste caso yo). Son los paisajes.
Y es que a veces me sucede eso de recorrer sitios en los que me puedo autoflagelar mi supuesto mérito como disparador de fotos, cuando me encuentro ante lugares en los que (precisamente)
“cualquier foto tiene altísimas posibilidades de salir bien”. Me pasó en Venecia. Me pasó en Petra. En determinados momentos, llegaba a preguntarme cual podría ser la foto que no salga bien ante el
encuentro con El Tesoro de Petra desde el desfiladero. ¿Cuál podría ser la foto que no sea un refrito con nada de original?. Y algo de eso me pasó con éste recorrido por uno de los rincones desmesurados de la Patagonia.
Fue hace poco menos de un año. Pero las fotos que pude realizar en esos tres días recorriendo el entorno del pueblo de
El Chaltén, dentro del
Parque Nacional los Glaciares en
Argentina, fueron suficiente para encarpetarlas por meses, y espero me perdonen. Suelo hacer eso, cuando recorro un destino de naturaleza perfecta y “foto fácil”, me desanimo a mí mismo con el resultado fotográfico. Me convenzo de que son todas fotos de sitios
descaradamente preciosos, en días
descaradamente bonitos, y con puestas de nubes, montañas nevadas y lagos descaradamente turquesa. Nada puede salir mal fotográficamente hablando. Y eso, curiosamente, me resulta frustrante.
Me he tomado unos meses para desprejuiciarme ante mi colección de disparos fotográficos. Hasta me he convencido de que las fotos no son mis fotos, sino de otro, me he mentido a mí mismo como si no hubiese caminado por éste lugar que pertenece a algún universo paralelo tolkieniano. Me he ilusionado con acercar el zoom a alguna de las imágenes para descubrir a algún elfo convertido en píxeles. O he imaginado una aldea hobbit detrás de las montañas.
Si quisiera autoengañarme, debería pensar que esos senderos que comienzan desde la puerta de cualquier casa del pequeño pueblo de
El Chaltén, en la provincia de
Santa Cruz en
Argentina, son propios de una fantasía disfrazada de recuerdo. Caminar en el más absoluto silencio durante horas, acompañado por pináculos
gigantes de roca envueltos entre nubes que parecen custodiar un reino que no existe en los libros de historia (en el mundo real les llaman
Cerro Torre y
Monte Fitz Roy). Encontrarse con lagos, algunos de colores turquesa. Quedarse sentado en la orilla de alguno de ellos, y observar una danza de nubes que avanzan jugando con los picos puntiagudos custodiados por cóndores.
El Chaltén es uno de los pueblos que más crecen de población en territorio argentino. Un pueblo con “crecimiento hongo”, podría decirse, pero que hasta ahora, no parece querer arruinar nada de su entorno, sino más bien, ser parte de él. En el caserío se respira cierto aire a aventura, una meca viajera, de mochileros, y amantes de la montaña. Apenas cuenta pocos años (fue fundado en el año 1985), como otros pueblos de la Patagonia que hace un par de años
ni siquiera existían en Wikipedia. En parte, Patagonia es la tierra donde aún hay tanto por hacerse y tan pocos haciéndolo en un territorio inmenso y crudo. Pero es esa crudeza inhóspita y lejana el propio resguardo para tanta belleza.
El entorno de El Chaltén, siendo un área protegida como Parque Nacional (Los Glaciares) no debería cambiar. Y ojalá pueda decir dentro de años que aún se puede beber el agua de cada arroyo, con las aguas más prístimas y puras del planeta, tal como aquella caminata de horas. No tengo claro si son las fotos la que le suman magia al lugar, si son mis recuerdos, o si hubo un hechizo. Puedo afirmar, que toda esa belleza desmesurada es extensa, abundante, y no conoce de fronteras. Algo parecido pude vivir “del otro lado” en el Parque Nacional Torres del Paine en Chile.
Imagen (Se puede ver en el punto rojo una persona, para escalar el lugar)
Imagen (el río que desagua las aguas limosas del glaciar)
Patagonia es el paraíso de los senderos de montaña, de los que están demarcados, y de los que aún están por demarcarse, inmensa mayoría. Y es que apenas hay pueblos distantes, apenas hay carreteras, y apenas hay senderos en los puntos descaradamente hermosos de una tierra hermosa y hechizante.
Por si acaso, insisto en alertar. Éstos senderos no son caminos para aquellos que detestamos la foto fácil. Pero tampoco eso es un problema. Caminar éstos senderos no es el lugar ideal para obsesionarse con las fotos. Tal vez sea mejor guardar la cámara, someterse al hechizo, creer que aquel viaje nunca sucedió en la realidad, y hasta tal vez sea mejor, volver sabiendo que ni habrá fotos para probarlo.